Vistas de página en total

miércoles, 5 de octubre de 2016

DEJANDO SALIR A CORRER AL NIÑO INTERIOR. LA ILUSIÓN

El auge del deporte de la carrera a pie es un fenómeno imparable. Podemos llamarle corredores populares, atletas amateurs, running... a mi desde luego me gusta más la primera, pero no reniego de ninguna. Este auge ha suscitado la aparición de multitud de estudios (y pseudioestudios) libros, entendidos, opinadores... y la demanda de contenidos se ha disparado, por lo que es común leer artículos de todo tipo. Yo la verdad es que cada vez leo menos, hago más y me pronuncio menos... pero desde este espacio de vez en cuando comparto mi punto de vista. Este post me ha surgido a partir de encontrar un estudio que habla de la "obsesión por el running"... y el tema me da para mucho pues en mi vida personal me ha tocado vivir situaciones muy comprometidas por este tema... casi siempre la gente presupone mucho y sabe poco, pero ese es otro tema , pero en mi caso duele... duelen comentarios hechos por muchos sin saber.

El caso es que me apetece compartir una experiencia personal. Recuerdo a un atleta que protagonizaba un anuncio de adidas (impossible is nothing) que decía... "Cuando me preguntan por qué corro, yo respondo; y tú? Por qué has dejado de correr?"

Me parece una frase genial, de niños hemos disfrutado corriendo, corríamos por que sí, disfrutábamos haciéndolo y nuestra zancada era, inconscientmente, fluida, bonita... natural... la vida nos va haciendo perder esa sensación y nos hace abandonar al niño que vive dentro.



 Pues la vida ha querido ponerme en la situación de tener que volver a pasar tiempo conmigo a solas y he tenido que volver a hacerme amigo de mi mismo... ha sido en el reencuentro con el niño que llevo dentro, que haya empezado de nuevo a disfrutar muchas cosas. Una de ella ha sido el correr. Necesito correr, me equilibra, me libera, lo disfruto... y recuerdo a ese niño que sin saber por qué, corría.

Este año pasé de uno de los mejores estados de forma de mi vida a perder totalmente las ganas de correr. En más de una ocasión he querido dejarlo, abandonar, rendirme... pero precisamente el atletismo me ha enseñado a renunciar a esas palabras y, aún sin ganas, con cero motivación, salía a entrenar, todo por no dejar que se apagara la llama y por suerte la llama no se apagó y sigue viva, de lo cual me alegro.

¿Y todo esto a que viene ahora? Pues bien, me gustaría centrarme un poco a la presión que muchas veces nos autoimponemos en este deporte. Muchas veces nos exigimos demasiado, muchas veces por anteponer un resultado a nuestro estado de forma. Nos gusta mucho eso de... voy a ver si este año hago tal marca o voy a ver si bajo de tal registro... o simplemente a ver si puedo seguirle al vecino del quinto. Somos competitivos, eso no es malo, se necesita esa competitividad, los objetivos son necesarios para esa motivación necesaria para esforzarse todos los días, ya hemos hablado de esto con anterioridad en el post  Venciendo la pereza en el corredor.
El problema viene cuando pasas a estar sobremotivado... y ahí si que te asomas a los peligros.

Voy a poner un ejemplo reciente. De niño nunca destaqué en nada, era de los bajitos, de los que no jugaban demasiado bien  al fútbol, no era rápido ni se me daba bien correr. Cuándo había alguna prueba o carrera, simplemente luchaba por evitar la verguenza de ser de los últimos, pero no por ello deje de correr, ni de jugar... ni de esforzarme. El caso es que, no hace mucho, sin saber por qué, me quedé mirando el último trofeo que gané, el de ganador de la Legua de Navarrete. A pesar de ganar, y sin menosprecio de ninguno de los corredores que participamos, no fue una carrera brillante, no me supuso un esfuerzo especial ganarla, no le dí ninguna importancia... hasta me dejé el trofeo junto a la mochila (debería darme vergüenza jejeje). No es desde luego el trofeo mas luchado ni la carrera que más me ha costado ganar.


Pero el caso es que, aquel día, no se muy bien por qué, me vino el recuerdo de aquel niño pequeño, que era malo jugando al fútbol, que ni siquiera corría bien... y me invadió una sensación de orgullo, si aquel niño me viera ahora, estaría orgulloso, se sentiría sin duda satisfecho.  Desde entonces ese niño me acompaña en mis zancadas, disfrutamos juntos... y eso me lleva al punto de partida. La importancia de la ilusión, de disfrutar de lo que haces, de dejar correr al niño que llevamos dentro. De recordar porqué empezamos a correr, de recordar que correr nos gusta, lo disfrutamos.

Tengo la suerte de pertenecer a un grupo de corredores con un nivel atlético impresionante como son los #Eagle'sPeople y de formar parte activa de un ilusionante proyecto con el Ferrer Sport. De los primeros he aprendido muchísimo, ellos no saben lo que en la distancia me han ayudado, corredores veteranos, de todos los niveles, pero con una pasión por este deporte desbordante, lo mismo que mis nuevos compañeros/as de equipo con los que seguro iniciamos una interesante aventura.

 

Y como siempre me gusta tirarme a la piscina, aquí van mis consejos para mantener la ilusión corriendo para los corredores populares, para los que se inician, y para los que ya llevan tiempo y han perdido la motivación..

  • Búscate objetivos, ilusionantes, pero realistas, ponte retos que te ilusionen pero que sean factibles.
  • Dedícate a correr y deja que un profesional te guíe. No busques objetivos inalcanzables. La sobremotivación resta.
  • Disfruta corriendo y deja que tu estado de forma en cada momento te marque cómo y cuánto debes correr. Estoy totalmente convencido de la importancia de entrenar a nivel fisiológico, tomando en todo momento como referencia lo que el pulso nos va marcando. No pretendas hacer una marca para la que no estas preparado, los milagros no existen.
  • Deja que tu vida cotidiana te marque el ritmo... entrena como descanses, hay épocas en las que irremediablemente debemos entrenar menos, o mejor dicho, distinto... este deporte es de largo recorrido y hay que saber en cada momento a que ritmo ir. Asegúrate que estas asimilando lo que entrenas, escucha a tu cuerpo.
  • Y por último y lo más importante... DEJA SALIR AL NIÑO QUE LLEVAS DENTRO A CORRER CONTIGO.